viernes, enero 27, 2006

Nicanor Parra






















(Samy Benmayor)

Nicanor Parra
(San Fabián de Alico, Chillán - 1914)

Publicaciones: “Cancionero sin nombre”. Stgo.: Edit. Nascimento, 1937. “Poemas y antipoemas”. Stgo.: Edit. Nascimento, 1954. “Ejercicios retóricos”. Edit. Extremo Sur 1, 1954. “La cueca larga”. Stgo.: Edit. Universitaria, 1958. “Versos de salón”. Stgo.: Edit. Nascimento, 1962. “Discursos junto a Pablo Neruda”. Stgo.: Edit. Nascimento, 1962. “Canciones rusas”. Stgo.: Edit. Universitaria, 1967. “Obra gruesa”. Stgo.: Edit. Universitaria, 1969. “Emergency poems”. New York: New Directions, 1973. “Artefactos”. Stgo.: Ed. Nueva Universidad, 1972. “El quebrantahuesos y News from nowhere. Stgo.: 1975. “Sermones y prédicas del Cristo de Elqui. Valparaíso: Ed. Ganymedes, 1977. Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui”. Valparaíso: Ed. Ganymedes, 1979. “El antilázaro”. Valparaíso: Gráfica Marginal, 1981. “Ecopoemas de Nicanor Parra”. Valparaíso: Gráfica Marginal, 1982. “Chistes para desorientar a la policía / poesía”. Stgo.: Galería Época, 1983. “Coplas de navidad”. Stgo.: Camaleón, 1983. “Poesía política”. Stgo.: Edit. Bruguera, 1983. “Hojas de Parra”. Stgo.: Ed. Ganymedes, 1985. “Poemas para combatir la calvicie”. México: FCE, 1993. “Trabajos prácticos”. Stgo.: Cesoc, 1996. “Discursos de sobremesa Concepción: Cuadernos Atenea, 1997.”Chistes para desorientar a la policía / poesía”. Madrid: Visor, 1998. “Páginas en blanco”. Salamanca: Universidad de Salamanca, 2001.

Premios: Premio Nacional de Literatura (1969).

Selecciòn

Chistes paRra desorientar a la policía / poesía

Si ve que torturan a alguien
hágase el de las chacras
y si lo matan con mayor razón,
a mí me crucificaron x sapo...

Los civiles son gente uniformada
también

Bese la bota que lo pisotea
no sea puritano hombre x Dios

No matarás:
serás asesinado...

Pájaros
no gallinas señor Cura
libertad absoluta de movimiento
claro que sin salirse de la jaula

La tortura no tiene por qué ser sangrienta
a un intelectual por ejemplo,
basta con esconderle LOS anteojos

¿La pipa de la paz?
explíqueme primero
cómo mataron a Manuel Rodríguez!


El hombre imaginario

El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario

De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios

Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios

Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario

Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.


Declaración de principios

Me declaro católico ferviente
no comulgo con ruedas de carreta

me declaro discípulo de Marx
eso sí que me niego a arrodillarme

capitalista soy de nacimiento
loco por las perdices escabechadas

me declaro discípulo de Hitler
eso sí que rechazo las imitaciones

soy un agente clandestino soviético
no me confundan eso no con el Kremlin

en resumidas cuentas
me declaro fanático total
eso sí que no me identifico con nada

la palabra Dios es una interjección
da lo mismo que exista o que no exista

jueves, enero 26, 2006

Portada y Contraportada Poesía chilena desclasificada 1973-1990



miércoles, enero 25, 2006

Jorge Teiller

Jorge Teillier
(Lautaro, 1935 - Cabildo, 1996)

Profesor de Historia y Geografía, egresado de la Universidad de Chile. Fue director de la revista Orfeo y del Boletín de la Universidad de Chile. Publicaciones: “Para ángeles y gorriones”. Stgo.: Ed. Puelche, 1956. “El árbol de la memoria”. Stgo.: Arancibia Hnos, 1961. Poemas del país de nunca jamás. Stgo.: Arancibia Hnos, 1963. Poemas secretos. Ed. de los Anales de la Universidad de Chile, 1965. “Crónica del forastero”. Stgo.: Arancibia Hnos, 1968. “Muertes y maravillas” Stgo.: Edit. Universitaria, 1971. “Para un pueblo fantasma”. Valparaíso: Ed. Universitarias de Valparaíso, 1978. “Para hablar con los muertos” (antología). México: Ed. el Oso Hormiguero, 1979. “Cartas para reinas de otras primaveras”. Stgo.: Ed. Manieristas, 1985. “Los dominios perdidos” (antología). Stgo.: FCE-Chile, 1992. “El molino y su higuera”. Stgo.: Ed. Del Azafrán, 1993. Hotel nube. Ed. Lar, 1996. “En el mudo corazón del bosque”. Stgo.: FCE-Chile, 1997. Traducido a más de 11 idiomas: inglés, francés, alemán, rumano, entre otros.
Premios: “Gabriela Mistral” (1961). “Municipal de Santiago” (1961). “Crav” (1968). “Juegos Florales” de la revista Paula (1976). “Eduardo Anguita”, concedido por la Editorial Universitaria (1993). “Consejo Nacional del Libro” (1993).

Selección

Pequeña confesión
En memoria de Serguei Esenin

Sí, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones.
Me amaron las doncellas y preferí a las putas.
Tal vez nunca debiera haber dejado
El país de techos de zinc y cercos de madera.

En medio del camino de la vida
Vago por las afueras del pueblo
Y ni siquiera aquí se oyen las carretas
Cuya música he amado desde niño.

Desperté con ganas de hacer un testamento
– ese deseo que le viene a todo el mundo –
Pero preferí mirar una pistola
La única amiga que no nos abandona.

Todo lo que se diga de mí es verdadero
Y la verdad es que no me importa mucho.
Me importa soñar con caminos de barro
Y gastar mis codos en todos los mesones.

“Es mejor morir de vino que de tedio”
Sin pensar que pueda haber nuevas cosechas.
Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano
Cuando se gastan los codos en todos los mesones.
Tal vez nunca debí salir del pueblo
Donde cualquiera puede ser mi amigo.
Donde crecen mis iniciales grabadas
En el árbol de la tumba de mi hermana.

El aire de la mañana es siempre nuevo
Y lo saludo como a un viejo conocido,
Pero aunque sea un boxeador golpeado
Voy a dar mis últimas peleas.

Y con el orgullo de siempre
Digo que las amadas pueden ir de mano en mano
Pues siempre fue mío el primer vino que ofrecieron
Y yo gasto mis codos en todos los mesones.

Como de costumbre volveré a la ciudad
Escuchando un perdido rechinar de carretas
Y soñaré techos de zinc y cercos de madera
Mientras gasto mis codos en todos los mesones.


Nueva York 11

Aturdidos, ciegos vagabundos de la nada.
¿Cómo están, mis mejores y únicos amigos?
¿Cesantes como yo? ¿Debo leer avisos económicos?
¿Ir a sentarme al Parque o jugar una fija el domingo?

Tal vez estudiar Meditación Trascendental:
son fáciles los viajes al Oriente.
Pero Santiago está en primavera y tú en las cunetas
y en el futuro las embajadas o el Hogar de Cristo.

¿En quién confiar? ¿En mujeres de sal?
¿O que alguna vez cante el Zorzal Criollo?
Ya ni siquiera sabes cuándo la tierra viste de túnica
/amarilla
o escoge ponerse el sayal franciscano.
No es fácil contar sólo con una sonrisa rota
y tras cartón decirle a la gente
que ya bajó el telón y te vas con los tuyos
los gaznápiros, los aturdidos, los ciegos vagabundos
de la nada
.


Sin señal de vida

¿Para qué dar señales de vida?
Apenas podría enviarte con el mozo
un mensaje en una servilleta.
Aunque no estés aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia
te amo de repente
a las tres de la tarde,
la hora en que los locos
sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros
espantando nubes en los trigales.


No sé si recordarte
es un acto de desesperación o elegancia
en un mundo donde al fin
El único sacramento ha llegado a ser el suicidio.


Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce
para que se descarrilen los trenes.
Hacer el amor
en el único hotel del pueblo
para oír rechinar los molinos de agua
e interrumpir la siesta del teniente de carabineros
y del oficial del Registro Civil.


Si caigo preso por ebriedad o toque de queda
hazme señas de sol con tu espejo de mano
frente al cual te empolvas
como mis compañeras de tiempo de liceo.
Y no te entretengas
en enseñarle palabras feas a los choroyes.
Enséñales sólo a decir Papá o Centro de Madres.
Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla
/en voz baja
y sorber la sopa un día de Banquete de Gala
significa soñar en voz alta.


Qué hermoso es el tiempo de austeridad.
Las esposas cantan felices
mientras zurcen el terreno único
del marido cesante.


Ya nunca más correrá sangre por las calles.
Los roedores están comiendo nuestro queso
en nombre de un futuro
donde todas las cacerolas estarán rebosantes de sopa,
y los camiones vacilarán bajo el peso del alba.


Aprende a portarte bien
en un país donde la delación será una virtud.
Aprende a viajar en globo
y lanza por la borda todo tu lastre:
Los discos de Joan Baez, Bob Dylan, los Quilapayún,
aprende de memoria de los Quincheros y el 7º de Línea.
Olvida las enseñanzas del Niño de Chocolate, Gurdgieff
o el Grupo Arica,
quema la autobiografía de Trotsky o la de Freud
a los 20 poemas de Amor en edición firmada y numerada
por el autor.


Acuérdate que no me gustan las artesanías
ni dormir en una carpa en la playa.
Y nunca te hubiese querido más
que a los suplementos deportivos de los lunes.


Y no sigas pensando en los atardeceres en los bosques.
En mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.


Y ahora
voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja
y tú
mejor enciérrate en un convento.


Estoy leyendo El Grito de Guerra del Ejército de Salvación.
Dicen que la sífilis de nuevo será incurable
y que nuestros hijos pueden soñar en ser economistas o/o dictadores.

martes, enero 24, 2006

Poesía Chilena Desclasificada 1973 – 1990. Índice General


(R. Magritte, "Golconde")

Poesía Chilena Desclasificada 1973 – 1990

Índice General

Nicanor Parra
Chistes paRra desorientar a la policía poesía
Cristo del Elqui se lanza contra
los patrones desvergonzados
Decidme hijos hay Marx
Un fantasma recorre la alameda
Caution
La sonrisa del Papa
Cristo de elqui dispara sobre el pianista
Cero problema
Ars poetique
El hombre imaginario
Declaración de principios
El anti - Lázaro
Yo me sé tres poemas de memoria
Los 4 sonetos del apocalipsis

Enrique Gómez Correa
En cada letra de la palabra poesía
Seguir diciendo no
Y al otro lado, qué hay
Sacrilegio y poesía son la misma protesta
I
X

Miguel Arteche
Los hombres prudentes
El joven torturado
Aeropuerto
Hay hombres que nunca partirán
Este es el fin del Cristo abandonado
El adiós

Stella Díaz Varín
La Arenera
Dos de noviembre
Breve historia de mi vida
La casa
VIII
IX

Hugo Zambelli
Odi et amo, odio y amo
Oh tú que estás en lo alto y nos ignoras
Otro fuego crepita en la memoria
Como sufro a mi cuerpo envejecido
En su mundo pequeño habita el hombre
No te turben los cantos
Evoco otros designios
He visto muchas veces la hermosura
Viejos, muy viejos tanto lo dijeron

Alberto Rubio
Comensal
Inmóvil
Remoto
Milenario
Galán
Zángano

Enrique Lihn
Canto general
Cámara de tortura
La aparición de la virgen
Alicia en el país de las pesadillas
Reconstitución del discurso
de un divulgador olvidado
La mano artificial
Animita de éxito
Pido a la medicina
El orden ha seducido
La muerte es un buen amigo común
Estoy tratando de creer

Delia Domínguez
La pólvora, los años
Vigilias
Pequeñas profecías
Cine mudo

Ennio Moltedo
No puedo
Comunicaciones
Dónde están
El poder
Sobre el mar
Se presenta
No viajaré
Nos queda poco tiempo
Y qué haremos
Y contra todo
Irse
Todas
Nos formaron
Salvoconducto
1949

Rolando Cárdenas
Qué, tras esos muros
Un árbol es el centro de la tierra
Revelación de la nieve
Conversando en distantes colinas
De alabanzas y albatros
Campesinos alegres

Ramón Riquelme
Los visitantes
Lectura
Historia de un juglar
Saltar el Charco
Argonautas
La paradoja
Diez años
Poesía visual
El justo
Paseo con los guardias
Hombre colgado
Las gallinas

Jorge Teillier
Pequeña confesión
Nueva York 11
A un viejo púgil
Sin señal de vida
Adiós al fuhrer
Paisaje de clínica
Después de la fiesta
Imitando a un fantasista

David Turkeltaub
Informe del tiempo
La muerte interrumpe la rutina
Geratevet
Osip Mandelstam a su hermano Alejandro
Los acontecimientos se presipitan
Las heridas
La poesía sirve para todo
Cuando le conmutaron la pena de muerte
a Dostoievski
Inserción
El paseo

Floridor Pérez
Septiembre 23/73
In memoriam
La partida inconclusa
Reconciliación según San Mateo
Canto a la derrota de Arturo Godoy
Elogio y elegía de la señora Celmira

Enrique Volpe
40
41
43
47
72
98
Batalla de puerto de piedras

Jaime Gómez Rogers (Jonás)
Pequeña anécdota familiar
que también podría llamar
primeros pasos hacia la tierra prometida
Aborigen siglo XX
Defensa del puma
El espantapájaros

Hernán Miranda
Viejos cracks
Pájaros
Todo encaja en todo armoniosamente
El tiempo es un severo fiscal agazapado
entre las ruinas
Alguien refunfuña en la noche
Lo peor
Espejos

Edmundo Moure
La caída

Juan Luis Martínez
El cisne troquelado
Observaciones relacionadas con la exuberante
actividad de la “confabulación fonética
o “el lenguaje de los pájaros”
en las obras de J.P.Brisset, R. Roussel,
M. Duchamp y otros”
La casa del aliento, casi la pequeña casa
del (autor)
Tareas de poesía
La poesía china
Descripción de una boda ideal
La desaparición de una familia
El lenguaje
Quién soy yo
Mañana se levanta

Jaime Quezada
Así de cosas de arriba como de abajo
El silbo de los aires
Despertar
Tempranía
Tabla de Astronomía
Yo Juan llamado de la Cruz
El amor se burla del fin del mundo
Retrotiempo

Manuel Silva Acevedo
Que ruede la cabeza del poeta
Bajo que techo
Buenos deseos
Bajo dictadura

Soledad Fariña
Y ese arco suave?
Hay una suavidad en ese monte en esa curvatura
Besan las labias la corteza
Cual pintar cual primer
Crujen los huesos de esta prisión
Nadie escribe mi cuerpo

Edgardo Jiménez
Bonzo
Ojo mágico
Trabalenguas
Acuario
Somos los incondicionales herederos

Bruno Serrano
Toesca 1
Convocatoria
Los mapuches antiguos no conocían el reloj
Kimlafui feichi relosh mapuche yem
Dios es mi copiloto
Visita a la casa fantasma

Enrique Valdés
Marcha fúnebre
5
14
Los músicos
Domingo del que se quedó
Recado para mi padre

José Ángel Cuevas
Un tipo de la época
1970
La época de los buenos sentimientos
Valerse por sí mismo
Aquí estuve
De lo desgraciadamente sucedido entre
un exiliado interior y un retornado
Se enojaron
De los ancianos que aprietan su puño
y lo levantan cuando cantan
El camino de la vida
Otro amor

Walter Hoefler
Bajo ciertas circunstancias
No podría contar la historia
Los poemas no tienen fecha
Ningún texto me predestina

Heddy Navarro
Óvulos
Canario
Infancia
Informe 4
Homenaje 1

Paz Molina
Al borde del exterminio
El príncipe rojo
Libérame
Historia de ángeles II
Memorias de un pájaro asustado
De buena fuente lo sé

Juan Pablo Riveros
Dawson 1

Carmen Berenguer
Santiago punk
Molusco
Desconocido

Claudio Bertoni
Nancy V
XI
Nakano Shiguejaro
Unos y otros
Hogar dulce hogar
Mi padre y yo
Clovis trouille IV

A. Bresky
Epifanía
El material del verso
La distancia
Los bueyes del hades
Evocación
El camerino
Persistencia del mar en el olvido
Ya no hay poeta en esta casa
Mercaderías en tránsito

Horacio Ahumada
Caracola
Garza Blanca
Arte poética
Erodístico
Fortaleza volante
Breve elegía
Te roban la piel
Oficio

Juan Cameron
Fe de ratas
Cachorro
Júreles
Sermón del café
Subway
Cenicienta now
Efemérides
Los despechados
Nos habíamos amado tanto
Poesía política

Jorge Torres
Ensayo
Golfo de Penas
Apostaría mi cabeza
Entre amigos míos
Cuando llueve en julio

Rodrigo Lira
Ela, elle, ella, she, lei, sie

Eugenia Brito
Bares
Sabias palomas
Andenes
Morfología de la mirada
Ronda 280

Carlos Cociña
3 A
3 B
4 B
La muerte

Hernán Rivera
El llanto del guardavallas
Metamorfosis
Epitafio a mi padre muerto el 73
Una y otra vez
Cambio manos
Ejecución
Palomas de mausoleo
Vaca 2

Carlos Trujillo
Mis límites o fronteras personales
Mañana del 21 de agosto leyendo a Kavafis
Los que no vemos debajo del agua
Bajo sospecha
En un día como hoy
Empiezo a familiarizarme
XV

Raúl Zurita
Las playas de Chile V
Las playas de Chile IX
Las utopías
La marcha de las cordilleras
A las inmaculadas llanuras

Elvira Hernández
Cacería celeste austral
No
La toma de la bandera

Diego Maquieira
La tirana I
Nuestra vida y arte:
I Castrati
II Dolce cuore a este dejamelo a mi Velazquez
III Lecturas negras
El gallinero
Volábamos como un mar mareado
El purpurado de charol
Aide memoire
La vida nos estaba embargando de júbilo
Ars vitae
Banquete fraterno
Brando

Nicolás Miquea
Procedimientos nostálgicos/el empleo de la
poesía
El número dorado
De hienas y lobos

Elicura Chihuailaf
Alejandro Ankao
A veces alguien
Fotografías
Antes desaparecieron (a) nuestroa hermanos Selknam.
Mapuche hermanos, para nosotros quieren lo mismo
Es otro el invierno que en mis ojos llora
Que fue de nosotros
La llave que nadie ha perdido

Paulo de Jolly
Luis XIV a la duquesa Marie Adelaide de Savoie
Luis XIV a la infanta de España Marie Therese
Luis XIV a Mme Louise de la Valliere
Luis XIV a su secretario
Luis XIV y la alta tonalidad del alma
Luis XIV y la muerte
Luis XIV a Mne Ninor de Lendos

Arturo Fontaine
Don Tomás
Joven bueno
La alameda; desfile de cesantes en silencio
La poesía del poeta Cuevas
Los nobles

César Soto
Sermón en la cárcel pública
Retrato hablado
Consumatum est!

Leonora Vicuña
Elvis Presley
Mujeres
Tiro al blanco
Negros corceles
Travesía

Gregory Cohen
Un conquistador se dirigía así a los aborígenes
Rastrojos (fragmentos)

Sergio Medina
El Voyeur
Protopoema

Mauricio Redolés
Bello barrio
Del finao
Septiembre
¡ Mmmh !

Clemente Riedemann
Calidad del suelo, el agua y
del aire en Karra Maw´n
De cómo la indiada le perdió el respeto a los caballeros
El hombre de Leipzig
Los cabros cantaron que pena siente el alma
y después no se escucharon más cantos
Redwind
Me la pusieron fome por delante
El mejor espectáculo de Chile
Celia

Alvaro Ruiz
I am the great dummy
A Carlos de Rokha
Guillermina
Decadencia y demolición de Reina Victoria 6924
Adiós amigo adiós
Al general Teodoro Ruiz Diez
Supermercado
Azul el océano de gala y horizonte
Rómpase la línea de artificio
Salva para Antonin Artaud

Verónica Zondek
El placer de la máscara

Antonio Gil
Del rápido santa
Tapices
The end

Jorge Montealegre
Mi padre bailó con Pola Negri en Puerto Varas
Agenda
Domicilio conocido
Gallo
Alta Poesía
Reds
Contrabandos

Alejandro Pérez
Detalladísimo resumen de la vera poesía contenida en cualquier
cantidad de libros desde su aparición a los días presentes 412
Un poco de invierno
Walking por ahí
Nec plus ultra
Comunicado 004
Democracia al tiro

Nelson Vásquez
L&vertad

Teresa Calderón
Ardid
De ciertas imágenes y semejanzas
Dispareja
En el sur del mundo
Mujeres del mundo: uníos
Sensatez

Aristóteles España
Llegada
Infierno y soledad
Caminos
Sobrevivencia en el bar
Cristo de la Isla

Pedro Lemebel
Manifiesto

Erik Pohlhammer
Usted
Los helicópteros
Poética vital, por así decir
Tranquiliza el pensar
Quiero irme

Armando Rubio
El ídolo
Ciudadano
Semblanza
Fragmento de un diario
Fulgencio
Biografía anónima
La Paciencia

Francisco Zañartu
Super ocho
Beltrán Villaela Astudillo
Beltrán Villaela Fontecilla
Acertijos

Lila Calderón
Isla
Ojos en la Ciudad
Descendencia
Estampida
Para Orfeo
Es probable que nos bañáramos en el río
Es absurdo
Un hombre y una mujer se han

Alexis Figueroa
Vírgenes del sol inn cabaret
Welcome to the machine

Thomás Harris
El puente sobre el Bío Bío
Zonas de peligro
Mar del dolorido sentir
Argel
Boite Tropicana
Goldfinger (Bulnes con Orompello)

Eduardo Llanos
Las muchachas sencillas
Monólogo del empleado de oficina
Aviso clasificado
Rogativa a la historia
Helicóptero de la muerte
Heme pues aquí
Inmolación de Sebastián Acevedo

Enrique Moro
Pintado los labios los ases debajo de la manga
Textual

Gonzalo Muñoz
La gran marcha de los héroes

José María Memet
La misión de un hombre que respira
Canto II
Canto XII
El puerto de la poesía

Carlos Decap
Fotografía de la memoria
El berri
American bar
El solitario
Noche sudamericana
Los espejos del Tahiti
Caracol nocturno
Bar Florida

Sergio Mansilla
La vida
Anda al pueblo, hermano
Muerte de un pariente
Ánimas errantes
Poemas enterrados

Mauricio Barrientos
La luna
La caída del ausente

Rosabetty Muñoz
Canto a los pastores
Ronda de ovejas
Oveja que defiende su posición en el rebaño
Oveja anciana
Hay ovejas y ovejas
Expuesta
Lo que amamos se deshace
Bajo los árboles sin hojas una noche de antes me habla

Bárbara Délano
Acerca del poeta
El viaje
Los viajantes
Vidrio púrpura
Multitudes en Santiago

Lorenzo Peirano
Escupo
El luto
Desgarrarse uno mismo
Sentado
Ya no dedicaré mis poemas
Este lugar no es sólo polvo

Mario García
Sembraremos nuestras casas en el mar
Todo es tan falso y tan hermoso
Intemperie

Malú Urriola
Gatos
III
IV
IX
XI
XII


Nota:
Los textos publicados en este antología fueron escritos entre el 11 de Septiembre de 1973 y el 11 de Marzo de 1990. En algunos casos los poemas fueron publicados después de este periodo, pero pertenecen al tiempo señalado.

Portada y Contraportada de Edición especial


lunes, enero 23, 2006

Miguel Arteche



























(Guayasamin, "Lágrimas de sangre")

Miguel Arteche
(Nueva Imperial -1926)


Estudios de literatura en la Universidad de Madrid (1951-1953). Entre 1951 y 1953 viaja por Francia, Bélgica, Italia y el norte de África. En 1958 fue invitado por el gobierno alemán. Entre 1954 y 1989, trabaja en diversos medios de comunicación. Agregado cultural de la embajada de Chile en Madrid (1965-1970). Profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica. Fue subdirector de Bibliotecas, Archivos y Museos. Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, miembro correspondiente de la Real Academia Española y del Instituto de Chile.
Publicaciones: "La invitación al olvido” (1947). “Oda fúnebre” (1948). “Una nube” (1949). “El sur dormido” (1950). “Cantata del desterrado” (1951). “Solitario, mira hacia la ausencia” (1953). “Otro continente” (1957). “Quince poemas” (1961). “Destierros y tinieblas” (1963). “De la ausencia a la noche” (1965). “Resta poética” (1966). “Para un tiempo tan breve” (1970). “Antología de veinte años” (1972). “Noches” (1976). “Cantata del pan y la sangre” (1980), (1981), (1986). “Variaciones alemanas” (1986). “Variaciones sobre versos de Karol Wojtyla” (1987). “Monólogo en la torre” (1989). “Siete canciones” (1989). “Tercera antología” (1991).
Premios: Premio Nacional de Literatura (1996).

Selección

Los hombres prudentes

Los hombres prudentes,
los ponderados de rostros cadavéricos,
los que pesan el sí toda la vida
y dan vueltas al no toda la muerte,
los que dicen: ¡cuidado!,
los que juegan su nombre en un cuchillo
que el protocolo no consulta,
los anodinos que se espantan,
los que ni frío ni caliente,
los que no comen ni dejan comer,
los súbditos de todos los miedos,
los que retroceden cuando avanzan,
los gelatinas,
los que a plazos vendieron su esqueleto,
los que libraron una guerra a muerte
para condecorados ser por el que sea,
los pequeñitos hombres de los cócteles,
los honorables del anonimato,
los aguas de borraja,
los perfectamente equilibrados,
los tal vez, los quién sabe.
Y las putas ya entraron al Reino de los Cielos.


El joven torturado

Ahora veo que tu sangre salta
y el miedo sube ya las escaleras,
y abren la puerta a medianoche y entra
la mano que te lleva.

Ahora palpo el muro repetido
en cuatro muertes sobre tu cabeza,
las uñas que te arrancan
y las órdenes que alguien vocifera.

Ahora te desnudan en la noche.
te arrebatan la piel, la voz te llagan,
te dejan en montón sobre las piedras,
te dividen en mil, te deshombrecen,
y te matan la luz que en ti vivía,
y escupido en la sombra allí te dejan.


Aeropuerto

Nada hay tan desolado como un aeropuerto al amanecer.
Si alguien dormita,
si parece que alguien lee,
si se encienden las pupilas rojas que indican la salida
de algún avión: si Londres, si Ginebra,
si Río, si Santiago, si
te llaman por los altavoces,
si llegas acezando, si pronuncias
un nombre: si abrazas y te odias,
si te queman las palabras que has guardado,
si el dinero que circula
entre un señor y otro señor.
No hay nada
tan desolado como un aeropuerto al amanecer.

Porque todos saben que tienen que partir, y no lo saben:
deben viajar hacia otros cielos, llegar hasta otras tierras,
y a eso llaman partir.
Pero no saben, o quieren olvidarlo,
o simplemente les da náuseas,
que no hay sino partidas desde que llegamos a este
mundo,
y una sola gran partida
donde no hay mano que te ayude, ni instrumentos de
vuelo,
ni tripulación que vele el largo viaje.

Y de pronto se han ido los viajeros,
cruzan soñolientos los pilotos.
Y como ya te has despedido
y te quedas sin compañía en el inmenso edificio,
parece que alguien te llama
en la desolación que nace de todo aeropuerto cuando
comienza a amanecer.


Hay hombres que nunca partirán

Hay hombres que nunca partirán,
y se les ve en los ojos,
pues uno recuerda sus ojos muchos años después de que han
partido.
Pueden estar lejanos,
pueden aparecer a medianoche
(si están muertos)
y jugar a que viven.
Pero siempre, con la desolación de su ausencia,
uno comprende que no han vivido en vano,
y que su esperanza
es la única esperanza digna de ser vivida.
Y los hombres que nunca partirán
suelen no aparecer en los periódicos,
no se habla de ellos en las radios,
su imagen no gesticula en la televisión:
no son gente importante,
no circulan entre las altas esferas. Son aquellos
que aceptaron el sufrimiento
y lo hicieron suyo para la salvación de otros hombres
sin decir una sola palabra:
pero dejaron abiertos, bien abiertos sus ojos
para que nunca los olvidemos cuando ellos hayan partido.

Enrique Lihn

















(E.L. Kirchner)

Enrique Lihn
(Santiago, 1929 - 1988)

Estudia dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de Santiago. En 1965, viaja a Europa como becario de la UNESCO para estudiar museología. 1967-68. Vive en Cuba donde trabaja en la revista Casa de las Américas. 1972, profesor en el Centro de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile. 1975, viaja a París invitado por el gobierno francés.
Publicaciones: "Nada se escurre". Stgo.: T.G. Casa Nacional del Niño, 1949. "Poemas de este tiempo y del otro". Stgo.: Ed. Renovación, 1955. "La pieza oscura". Madrid: Ed. Lar, 1984. "Poesía de paso". La Habana: Casa de las Américas, 1966. "Escrito en Cuba". México, DF: Era, 1969. "La musiquilla de las pobres esferas". Stgo.: Edit. Universitaria, 1969. "Algunos poemas". Barcelona: Ocnos, 1972. "Por fuerza mayor". Barcelona: Ocnos, 1975. "París, situación irregular". Stgo.: Ed. Aconcagua, 1977. "A partir de Manhattan". Valparaíso: Ed. Ganymedes, 1979. "Estación de los desamparados". México: Premia Editora, 1982. "Poetas, voladores de luces". "Roma- Venecia": La Parole Gelate, 1982. "El paseo Ahumada". Stgo.: Ed. Minga, 1983. "Al bello aparecer de este lucero". Hanover, NH: Ed. del Norte, 1983. "Pena de extrañamiento". Stgo.: Edit. Sinfronteras, 1986. "Mester de juglaría". Madrid: Edit. Hiperión, 1987. "La aparición de la virgen". Stgo.: Cuadernos de Libre (E)lección, 1987. "Diario de muerte". Stgo.: Edit. Universitaria, 1989. "Álbum de toda especie de poemas". Barcelona: Edit. Lumen, 1989.

Selección

Canto general

Mi canto particular (que te interprete, pingüino), producto de la
recesión y de otras restricciones/
Soy un cantante limitado, un minusválido de la canción.
Canto General al Paseo Ahumada
vuestro monumento viviente (Habrá otros, habrá otros: la
inmortalidad no es impaciente)/
Canto General de esta toma parcial de la naturaleza muriente de
Santiago/
y de los productos que producen a los hombres made in Taiwán
ellos se desviven/
enfervorizados por venderlos a cien pesos la unidad que
viven de los artificios naturalizados en Taiwán, la Gran Madre
Plástico/
Ella nos inunda el Rastro de sus deyecciones y babas
(y lo digo como consumidor eventual de algunos de estos
productos)/
Se te ofrecen, Pingüino, tres pares de calcetines por cien pesos/
un tomacorrientes por la misma suma, de tres arranques, de
esos que se derriten como un/
queso si se los hace funcionar con toda su capacidad instalada
Pero decir que canto es mucho pecaría de ingratitud si dijera
que me he visto en la dura/
necesidad de cantar
y/o derretirme como un queso electrificado
o de envolver a la carrera mi mercadería en un pliego de papel
así lo hacen esos/
subproductos de Taiwán los vendedores de plástico
cada vez que el pelotón y sus perros de caza se vuelven para
ahuyentarlos/
Corretean indolentemente hacia ellos como en una caleta de
pescadores una pedrada un/
golpe de remo los perros
echan a volar a las gaviotas de rapiña que se disputan el
deshecho de la pesca/
En una lengua muda tendría que cantar y que no generalizara
Para eso basta con nuestro monumento/
el Paseo Ahumada; en una lengua de plástico debiera
intrínsecamente amordazada y, por supuesto, desechable. Usted
le da cuerda/
y ella dice su Canto General sin necesidad de la pila eléctrica,
únicamente por cien pesos/
(la Flaca lo hizo por mucho más)
“Glolia al señol” diría ella y “Viva Chile mielda”.
La novedad del año como lo fue ese escupitajo taiwanés un
pulpo de plástico del tamaño de/
un huevo de paloma que pegado a una muralla de marmolina
descendía sin/
cuerda, avanzando con sus bracitos.
Nuestro modelo inaccesible cantó desde lo alto de la montaña
sagrada nosotros buscando/
el ras del suelo según nuestra adhesiva manera de dejarnos
caer como/
escupitajos de plástico
porque las condiciones están dadas de otra manera y así
nosotros dados de otra manera/
dados de otra madera plástico de Taiwán que caen sin un golpe
y mueren en el azar/
sobre la mesa húmeda en que se juega al cacho Nueva York
calle adentro/
Sí, Canto General a la pauperización que nos recorta el lenguaje
a un manoteo de sordomudos/
no alfabetizados.
Fíjese usted en la cantidad de palabras que vamos a necesitar
para leer de corrido una página del diccionario/
¿Dónde están? En la lista de los desaparecidos ¿detrás de qué
eufemismos se esconden?/
¿con qué máscaras recorren el Paseo Ahumada?
Escribir, por ejemplo, Democracia Ahora
significó un enorme costo social en el Estrato Bajo a esa frase
ingresaron/
cantidad de muertos casuales muchos de ellos niños algunos,
qué sé yo, y tan fácil que/
parecía repetirla
Los vendedores de esa idea por su parte, en el Estrato Medio,
se negaron a envolverla en el/
lienzo en que la exhibían cuando vinieron a ahuyentarlos
de la escalinata de la Catedral.
Toda una escena que recuerda la televisión europea
más de un parahéroe y yo palidecimos cuando la cabeza del
pelotón inició tropezando en/
los sentados su carga de la caballería escalinatas arriba
arrancándonos el lienzo a los parados de las manos
(el detalle de la palidez no lo registra la televisión)
Pero ésas no son más que palabras
qué son, por lo demás, nuestras metáforas
peones movidos como si uno cogiera piedras con que matar
dos pájaros de una amenaza.
No hacemos nada, no decimos nada
¿Con qué ropa subir ahora el Macchu Picchu
y abarcar, con tan buena acústica, el pastel entero de la historia/
siendo que ella se nos está quemando en las manos?
Los héroes negativos gozan de lo que padecemos: su libertad
incondicional/
una llama graneada y cada veinte metros un polvorín en pie de
guerra/
¿Quién paternalizaría con el cortapiedras o el hijo de la
turquesa/
como si esos desaparecidos no figuraran en la guía telefónica?/
Los muertos de nuestro tiempo acostumbran a suicidarse
Canto General a los héroes, que caen como grandes actores
desconocidos en el campo del/
simulacro defendiendo a sus ajusticiadores de la luz pública
a los desfigurados que sirven de combustible para que rebrote la
llama/
a las momias prematuras
Canto General y no caso por caso
porque el cantante está afásico
Guarda cama de sólo pensar en el río y de pensar en el río a esos
cuerpos cortados que/
derivan hacia su segunda muerte
la muerte de sus nombres en el mar
anonimato en grande y for ever.

domingo, enero 22, 2006

Prólogo de Jaime Concha

Prólogo


Una época, un género literario, un grupo numeroso de poetas: éstas son las coordenadas que sitúan y los elementos que componen la presente antología. Hecha con gran cuidado por Gonzalo Contreras, poeta él mismo; preparada por bastante tiempo con rara erudición, con un conocimiento de primera mano de libros y plaquettes a veces francamente inasequibles, esta selección tiene la ventaja adicional de ser una de las más completas que sobre el período se han publicado. En principio, y dejando aparte la dosis de error humano, todos los volúmenes de poesía que aparecieron en el país entre 1973 y 1989 han sido considerados (años límites incluidos). El autor piensa publicar un tomo complementario con los poetas del exterior. Así, las cartas sobre la mesa, los lectores podrán barajar entonces dos ramas separadas del árbol poético de ese tiempo, florecidas en distintos hemisferios y en distantes latitudes.

Llamar época un lapso de 16 años puede sonar a exageración. Asociamos el término con cronologías mayores, con períodos y zócalos de tiempo que se expanden en gran escala, definidos por un sistema lento y complejo de rupturas y continuidades. Sin embargo, contra toda convención histórica, Chile y los chilenos vivieron una época que les cercenó la vida para siempre. Traumatismo para unos, la mayoría quizás; edad dorada de sangre y de poder para los demás, los que gobernaron en gloria y majestad sembrando el terror desde Tarapacá hasta Dawson, esta época representa un ciclo convulsionado que avienta restos humanos a Suecia, Mozambique, Australia y hasta donde el diablo perdió el poncho, aquí en California. Los verdugos deformaron con rigor el principio evangélico, “Por sus restos los conoceréis”, se dijeron entre sí, y lo aplicaron ferozmente contra una población indefensa. Lo demás, lo que quedaba a la izquierda de este paisaje fósil, no era nada, no valía la pena ocuparse de ello: simples desconocidos, desaparecidos para siempre en la fosa común del territorio. Parra tiene un poema que lo dice todo: una serie de cruces en hileras y en columnas, cruces que también toman el aspecto del signo +. Aritmética aditiva y creciente de la muerte: es el mejor balance de la revolución económica de Pinochet. (Lo he visto, creo, en Hojas de Parra).

Si hubiera dudas sobre este panorama de sangre y de muerte, la poesía que sigue es la prueba constante y palpable. Sin que se lo proponga el editor, el tema se impone incesantemente, viniendo y sobreviniendo ante nosotros: es la muerte del amigo, del ser querido, del militante (ver, por ejemplo, un conmovedor poema de Silva Acevedo). Hay mucho de epitafio, de elegía y de poema funeral prendido entre los pliegues de los poemas que siguen, encendiendo la memoria de un martirologio exiguo, atrozmente emblemático: Danilo González, de Lota; Sebastián Acevedo, de Concepción; los tres decapitados de Santiago, etc. Directa o indirectamente, en relieve o en sordina, con sarcasmo o indignación, o con el arte elusivo y alusivo de un decir que se reprime, ningún poeta puede liberarse del clima sombrío y humillante de la noche dictatorial y de sus consecuencias. Jorge Teillier, nunca demasiado explícito ante los hechos políticos, habla del terror que se cierne en todas partes, de la necesidad de hablar en voz baja, de la musitación como forma única y exclusiva para comunicarse. ¿ En quién confiar?, se pregunta; y la pregunta queda sin respuesta. En otro lugar, con un don profético que entra en la carne del presente y del futuro destinado a nuestro país, escribe: Aprende a portarte bien / en un país donde la delación será una virtud. Otros poetas tratan de construir grandes líneas épicas como contrafuerte de su canto. De Dawson a Dawson: la historia de Chile es vista con intensa uniformidad, como una larga y continua secuencia desde la masacre de los indios en el sur del Estrecho hasta los dirigentes y representantes del gobierno allí relegados (notables poemas narrativos, a veces testimoniales, de Riveros y de España). En otro registro poético, un autor como Miguel Arteche, quien maneja con acierto y competencia las formas de lo mejor del Siglo de Oro, alcanza ahora acentos de intensidad excepcional, retomando las fuentes de un cristianismo agónico que combate a los indiferentes y compadece a débiles y a perseguidos. Sus poemas revitalizan la vieja oposición –ética y religiosa a la vez– entre tibiones y sufrientes. Aquí, por la fuerza del contexto y de las circunstancias que determina, adquieren dimensión política sobrecogedora. La evidencia, entonces, desborda en plenitud. Ya se trate de los temas, ya se trate del imaginario histórico o de nuevas modalidades y tonos poéticos, la evidencia es la misma: el dominio irreparable del horror y del terror. Desde el punto de vista del referente colectivo, esta selección es una larga travesía por el infierno dictatorial donde el chileno aprendió en carne propia lo que mucho antes onas, alacalufes y mapuches habían experimentado en una doble conquista (la del XVI, la del XIX) y lo que trabajadores del salitre, del cobre y del carbón vivieron día a día en todo el Siglo XX que acaba de terminar: que el hombre podía siempre ser tratado como un “humanoide”. La función de la constitución fascista fue asegurar y dar vida práctica a este calembour...

¿Género literario? La expresión suena hueca y adolece de abstracción. Si es verdad que la poesía es el conjunto de sus manifestaciones concretas, en la infinita variedad de sus formas y sus especies, no es menos cierto que ella emerge como algo mucho más radical, la raíz de nuestra voz en el planeta. Más que la suma de sus estructuras y la combinatoria de sus tipos, ella es primariamente función susceptible de ser asumida y actualizada por cada una de las piezas de su vasto repertorio, el corpus histórico monstruoso que se extiende desde su origen más arcaico hasta sus ecos de hoy. Función inmemorial, se nos dirá, con la perspectiva que nos donan siglos y milenios; y más de un entusiasta se complacerá en prolongar el vector, hablando de ella como algo levemente eterno. Inmemorial y levemente eterna, esta poesía, en cuanto cosa histórica y temporal que no puede dejar de ser, deposita su testimonio en medio de su época, deja una huella ardiente y aguda en el plexo o en los márgenes de una experiencia colectiva. Es el caso de estos poetas, de todos estos poetas. Ellos comprimen en pocos años un panorama de medio siglo de poesía chilena. El más conocido, que no podía aparecer aquí (sus poemas póstumos habrán de publicarse lejos de Chile), desaparece días después del golpe militar. No es casual que uno de los primeros volantes que circulara denunciando a la Junta fuera la adaptación de unos versos del Canto General a la nueva y más violenta tiranía que se vino encima. Aún lo recuerdo: era una página al parecer mimeografiada a la carrera, destinada a trasplantar el 48 al 73. Frei y Pinochet se disputaban allí la palma de la traición. El río de la poesía chilena fluye una vez más y sus ondas generacionales discurren frente a nosotros.

Están obviamente, primero, los padres mayores: Parra y Rojas, ambos activos y longevos (entiendo que Rojas estará mejor representado en el segundo tomo, por venir). Sigue el par de grandes fallecidos antes del fin de siglo, Enrique Lihn y Jorge Teillier. En su gran libro Pena de extrañamiento (1986), el primero hace visitar a Alicia el país de las pesadillas; y en sus últimos poemas, previos ya a su muerte tan temprana, escribe un puñado de textos de increíble vitalidad, que se cuentan entre lo más renovador que ha producido la poesía chilena de las últimas décadas. Miguel Arteche, contemporáneo suyo, remonta el cauce del Evangelio, deshaciendo, invirtiendo y rehaciendo las figuras y eventos de la historia sacra. ¡El efecto es poderoso en lo emocional y en lo estético!.

Más cerca de nosotros, y luego de la irrupción meteórica de la obra de Raúl Zurita, destacan los poemas de Clemente Riedemann y de Tomás Harris. El uno, que empezó en las hondonadas del tema aborigen y va a estar en el punto de partida del enorme desarrollo de la conciencia mapuche por la vía poética (primero por huincas, luego por exponentes del mismo grupo étnico), produce con Primer arqueo (1989), uno de los libros más rigurosos y complejamente estructurados que me ha tocado leer. Harris, por su parte, luego de dar en Cipango (1992, aunque deriva de textos anteriores), un volumen de alta jerarquía que lo sitúa a la cabeza de toda una generación, ha seguido profundizando y extendiendo el cauce de su voz en publicaciones ulteriores (Los náufragos, entre otras). Ellos dos, junto a la contribución fundamentadísima de Sayal de piel, por Carmen Berenguer, y a los sobresalientes poemas de que es autor Juan Cameron, me impresionan como los vértices más claros de la reciente poesía chilena. Pero esto es ya entrar en el hoy, más acá de la época que enmarca y delimita la muestra de Contreras.

Leyendo estas páginas por él reunidas he aprendido mucho. He redescubierto la honda intensidad de la poesía de Cárdenas, rayana en el desconsuelo, con su revelación de la nieve, y sus blancas, delirantes imágenes de la nada. Me ha gustado reencontrar los ecos y la voz de Hugo Zambelli, un poeta de quien comenté, allá en las lejanías de Atenea, uno de sus libros iniciales. Y releer una vez más la admirable poesía de Jaime Quezada, de Floridor Pérez, de Ramón Riquelme, que han sido mis alimentos terrestres cotidianos en el orden de la poesía, es algo que aprecio y no puedo dejar de valorar. Es un estupendo regalo el que nos hace Contreras. Hay que agradecérselo de veras.

Jaime Concha
Universidad de California de San Diego.

Presentación de Gonzalo Contreras



























(Giorgio de Chirico)

Presentación

Han pasado 33 años desde aquel fatídico 11 de septiembre de 1973, el más simbólico de los golpes militares en Latinoamérica, y 16 trabajosos años de transición a una perfectible democracia.

Desde entonces mucha poesía ha pasado bajo y sobre los puentes: de la mítica Isla Dawson de Aristóteles España a la legendaria Unión Chica (1) en el céntrico Nueva York 11 de Jorge Teillier, siguiendo por la Daduic londinense del flemático Thito Valenzuela, o por los Mapas de Ámsterdam de Enrique Giordano, o por el electrizante Derrumbe de Occidente de Claudio Giaconi, o el aterrizaje Con sangre en el ojo en el México querido de Eugenia Echeverría, hasta llegar a los nostálgicos lagos de Estocolmo de Sergio Canut de Bon. Y el periplo continúa, el tour de force avanza por la provincia señalada: por ahí vemos a Juan Cameron con su Perro de circo colonizando los campos de Pedegua; a Nicanor Parra construyendo El hombre imaginario y predicando como el Cristo del Elqui en las costas de Las Cruces; a Tomás Harris transitando Las zonas de peligro allá abajo, por Orompello; al ex-poeta José Ángel Cuevas en el bunker de La Piojera (2), preguntándole a la concurrencia: y a los alcohólicos de Chile ¿quién los mató?, ¿quién los vengará?; a César Soto clamando en el desierto su proscrito Retrato hablado; a Elvira Hernández enarbolando La bandera de Chile en las cárceles secretas de la CNI (3); a Stella Díaz Varín resistiendo hasta el final, por los senderos de la Villa Olímpica; a Rodrigo Lira, desangrándose en una tina de baño, soñando con su Proyecto de obras completas; a Enrique Lihn escribiendo su Diario de muerte antes de partir tan tempranamente; a Raúl Zurita en el Purgatorio elevando una plegaria por La vida nueva; a Floridor Pérez enviando a su amada Cartas de prisionero; a Diego Maquieira volando en sus Sea Harrier reinventando el códice chilensis; a Álvaro Ruiz disparando a Orillas del canal, bajo los cielos de Rungue, en homenaje a sus amigos muertos. Los demás, todos bien repartidos por el mundo. Tanto había acontecido que en su momento cobraba un brutal sentido la tétrica interrogante que alguna vez se hiciera Mauricio Redolés en uno de sus textos-canciones, ¿Qué será de mi torturador?, una pregunta que nos retrotrae en el tiempo y nos sitúa en la época más siniestra de nuestra historia. Fueron 17 largos años, tanto para los que partieron como para los que permanecimos entre el Océano Pacífico y la Cordillera de los Andes. Por suerte para nosotros, entre estas dos majestuosas fronteras corría a raudales toda la poesía de Huidobro, Mistral,Neruda, De Rokha, y la de nuestros mayores más cercanos: Parra, Lihn, Teillier, Anguita y Rojas. Los leímos, los escuchamos, y la oscuridad fue menor.

Para los que nos quedamos, adolescentes en ese tiempo, comenzaba toda una praxis de vida distinta, había que realizar otra lectura de esta nueva sociedad que irrumpía. Hubo que crear nuevos códigos, nuevas estrategias de convivencia en un país –como diría Teillier– donde la delación llegaría a ser una virtud. Sin mayores referentes políticos ni sociales, con todos los canales culturales clausurados, el panorama se veía desesperanzador. Con la omnipresencia del terrorismo de Estado cualquier acto de disidencia sería fatal. En este contexto se tuvieron que formar al menos dos generaciones de artistas e intelectuales y es aquí donde cobra su real importancia la entrega generosa que hicieron poetas como Enrique Lihn, Ennio Moltedo, Miguel Arteche, Jorge Teillier, Nicanor Parra, Juan Cameron, Juan Luis Martínez, César Soto, Stella Díaz Varín, Alberto Rubio, Floridor Pérez, Mario Ferrero, y tantos otros –como Andrés Sabella– que hicieron lo suyo desde apartadas regiones del país. Estos hombres lograron con el tiempo crear sólidos nexos con los nuevos legionarios. Abrieron sus casas, sus bibliotecas y su conocimiento, estableciendo de esta manera una dinámica de continuidad y recambio en nuestra poesía de fin de siglo.


En términos personales siempre me sentí en deuda con la poesía de esta larga y angosta faja de tierra y con mis amigos poetas en especial. Al igual que Diego Maquieira, también creo que en lo fundamental a uno lo educan los amigos. Así las cosas ya era tiempo de realizar un debido arqueo de la poesía escrita durante el régimen militar. Hasta ahora esta lectura estaba pendiente, el trabajo ofrecía sus dificultades, partiendo por el gran número de creadores: los de adentro, los de afuera, muchos los libros desperdigados por el mapamundi, y poca la información en la red de bibliotecas del país.


En la actualidad existen varias antologías en relación al tema, pero suelen ser muestras que obedecen a parámetros restringidos –de género, geográficos, generacionales, sociales, o políticos–. Por esta razón nos propusimos esta vez dar cuenta, en toda su magnitud, de la riqueza y complejidad de la poesía chilena de los años 1973-1990.

Este trabajo consta de dos volúmenes: el primero incluye a los poetas que vivieron y publicaron en Chile y el segundo considera a los que, obligados por las circunstancias, escribieron desde el otro exilio. Sin duda, hacer una selección ha sido difícil, nos hemos encontrado con excelente poesía y son muchos los que merecerían estar –tienen obra y mérito de sobra– pero por restricciones de espacio incluimos sólo a los más representativos de aquellas tendencias que se manifestaron en nuestro medio. Todos estos poetas contribuyeron decisivamente a mantener viva la cultura del país, publicaron a pesar de la censura, se inventaron otros nombres, crearon vínculos, se atrevieron a romper el aislamiento y, tras la paletada, sacaron la voz. Hicieron de la poesía un acto de fe en el ser humano, restituyéndole la dignidad a un sueño en su hora más amarga.

Y todas estas bestias son de aquí de este lugar hermoso, como diría el más cool de los poetas de la República, nuestro querido Ennio Moltedo; uno más de los que nunca salieron del horroroso Chile.

Se quedó, y desde su bartlebyniano reducto de las Ediciones Universitarias de Valparaíso hizo posible, junto a sus entusiastas colegas, la publicación de nuestras primeras revistas de literatura. Esto hay que decirlo: si bien es cierto que en ese entonces la represión era feroz, paradójicamente y producto de las mismas circunstancias, –la censura, el discurso y la acción política confinada, la prensa en manos del régimen, la persecución a los artistas e intelectuales– la actividad cultural se multiplicó como los panes y los peces. Se producía el milagro, la efervescencia artística se daba en todo el país y de sobremanera en las universidades, al alero de las organizaciones estudiantiles, ONG, y en algunos espacios dispuestos por el a la más progresista de la Iglesia Católica. Aparecían pequeñas editoriales, revistas, grupos de teatro como el Teniente Bello, el ICTUS, se organizaban lecturas, encuentros de escritores, talleres literarios. De esta manera la sociedad civil creaba y mantenía sus propios referentes éticos, se era parte de una resistencia cultural activa. En ese sentido la poesía chilena, con todo el peso de su tradición, resistió desde el primer día y con el tiempo fue abriendo espacios para la incipiente lucha política que se iniciaba. Recordemos cómo desde el mismísimo día del golpe “La pelirroja de Apollinaire” se hace presente. En su última hora, en sus últimas palabras, el presidente Salvador Allende, combatiendo a los golpistas como el excelso romántico que era, apela más al discurso poético que al discurso político (4), y con ese mítico gesto salvaguarda y deja intacta la utopía en el imaginario poético de nuestra historia.


Desde ese hito en adelante la poesía se abrió paso desde los más diversos puntos del planeta, el bombardeo de los cazas Hawker Hunter sobre el Palacio de la Moneda producía su efecto mariposa. En Pekín el gobierno chino, con su pragmatismo milenario, reconocía al gobierno de facto al día siguiente del golpe.


Hasta ahí todo bien si no fuera por un pequeño inconveniente: el representante del gobierno de Allende en la República Popular China era el poeta Armando Uribe y éste, en esa hora crucial, no sólo condenó y denunció el golpe Urbi et Orbi, sino que también se negó (cuando se lo exigieron sus anfitriones) a abandonar su embajada, actitud que colmó la paciencia oriental de los mandarines. Al poeta lo sacaron y lo pusieron sin dilación en un avión rumbo a París. Uribe resistía en Pekín. Claudio Giaconi denunciaba el golpe desde los teletipos de la Agencia UPI de Nueva York, José de Rokha lo condenaba desde México, Gonzalo Rojas desde Cuba, Mahfud Massís en Venezuela.


En Santiago, a doce días después del “tremblement du ciel et de terre”, muere Pablo Neruda. Su funeral se convierte en el primer acto político de resistencia masiva a la junta militar, las banderas del Partido Comunista –su partido de toda la vida– flamearon en su último adiós. Las consignas y La Internacional (5) desafiaron a lo largo de todo el cortejo la férrea vigilancia militar dispuesta por los aparatos de seguridad. Una suerte de heroísmo-suicida se volcaba a las calles. Neruda, desde su propio lecho de muerte, generaba esta digna resistencia en el pueblo de Chile, su figura se convertía en la mejor arma contra el régimen, y no había un lugar en esta loca geografía donde no se hiciera presente la fuerza ancestral de su palabra.

A la hora del recuento, el conjunto de estos actos nos demuestra una verdad insoslayable: durante la dictadura la poesía chilena dio claras muestras de ser una reserva ética de primer orden, inclaudicable en su lucha por una sociedad más justa, pluralista y democrática. Pero esta reserva no se entiende sin la tradición de nuestra poesía del siglo XX, desde Carlos Pezoa Véliz en adelante. Basta con mencionar los escritos políticos de Gabriela Mistral -premiada con el Nóbel en 1945-, el ideal libertario de Huidobro –que lo llevó a combatir contra el nazismo–, la rebeldía a ultranza de Pablo de Rokha, la decidida defensa de Neruda en pro de la República durante la Guerra Civil Española (6) y su Yo Acuso en contra de Gabriel González Videla (7) –que le costaría la persecución y el exilio. Todos estos hechos fueron configurando una tradición libertaria que inspiró a las nuevas generaciones, y que en la práctica preservó una memoria para que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrieran las grandes alamedas.

En Chile siempre ha existido una íntima relación entre poesía y política. Una relación que, como revela esta muestra, es inagotable en sus matices, sugerente en sus variantes: directa, elusiva, irónica, cruel, lúdica, solemne, culta, popular, vanguardista, hermética, sarcástica, irreverente. En suma, una relación que va más allá de lo meramente poético y político. Una alquimia que en su accionar redime lo humano, el nietzscheano demasiado humano.


Gonzalo Contreras.
La Jolla - San Diego
Alajuela - Costa Rica



Notas:
1.- “La Unión Chica”: mítico bar ubicado en la calle Nueva York 11, en el centro de Santiago. Lugar de encuentro de algunos poetas como Jorge Teillier, Rolando Cárdenas, Ramón Díaz, Enrique Valdés, Alvaro Ruiz, Aristóteles España, Mardoqueo Cáceres, Ivan Teiller, y el legendario “Chico Molina”.
2.- “La Piojera”: famoso bar situado en el barrio Mapocho de Santiago, declarado monumento nacional por representar uno de los íconos más conocidos de la cultura popular chilena.
3.- CNI: Central Nacional de Informaciones, que junto a la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional), llevaron a la práctica el terrorismo de Estado impuesto por el gobierno militar. Esta política represiva significó la muerte y la desaparición de más de tres mil chilenos.
4.- Último discurso de Salvador Allende. “Seguramente ésta será la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de radio Portales y radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron… soldados de Chile, Comandantes en Jefe titulares, el almirante Merino que se ha autodesignado, más el señor Mendoza, General rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado Director General de Carabineros. Ante estos hechos, sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza. Podrán avasallarnos. Pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es
nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi patria, quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron. La confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia. Que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios Profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos… porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente, en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa. Lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar, ni acribillar; pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
Santiago de Chile, 11 de septiembre de 1973.

5.- La Internacional: himno del Partido Comunista.
6.- Pablo Neruda era cónsul de Chile de Madrid cuando estalla la Guerra Civil Española. Desde ese cargo gestiona ante su gobierno la llegada de refugiados republicanos al puerto de Valparaíso. La travesía se realiza a bordo del Winnipeg el año 1939.
7.- Gabriel González Videla: Presidente de Chile durante el período 1946-1952. Llegó a la presidencia con los votos de los Comunistas. Una vez en el poder proscribió a ese partido a través de una ley, conocida como la Ley Maldita.

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