lunes, enero 23, 2006

Miguel Arteche



























(Guayasamin, "Lágrimas de sangre")

Miguel Arteche
(Nueva Imperial -1926)


Estudios de literatura en la Universidad de Madrid (1951-1953). Entre 1951 y 1953 viaja por Francia, Bélgica, Italia y el norte de África. En 1958 fue invitado por el gobierno alemán. Entre 1954 y 1989, trabaja en diversos medios de comunicación. Agregado cultural de la embajada de Chile en Madrid (1965-1970). Profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica. Fue subdirector de Bibliotecas, Archivos y Museos. Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, miembro correspondiente de la Real Academia Española y del Instituto de Chile.
Publicaciones: "La invitación al olvido” (1947). “Oda fúnebre” (1948). “Una nube” (1949). “El sur dormido” (1950). “Cantata del desterrado” (1951). “Solitario, mira hacia la ausencia” (1953). “Otro continente” (1957). “Quince poemas” (1961). “Destierros y tinieblas” (1963). “De la ausencia a la noche” (1965). “Resta poética” (1966). “Para un tiempo tan breve” (1970). “Antología de veinte años” (1972). “Noches” (1976). “Cantata del pan y la sangre” (1980), (1981), (1986). “Variaciones alemanas” (1986). “Variaciones sobre versos de Karol Wojtyla” (1987). “Monólogo en la torre” (1989). “Siete canciones” (1989). “Tercera antología” (1991).
Premios: Premio Nacional de Literatura (1996).

Selección

Los hombres prudentes

Los hombres prudentes,
los ponderados de rostros cadavéricos,
los que pesan el sí toda la vida
y dan vueltas al no toda la muerte,
los que dicen: ¡cuidado!,
los que juegan su nombre en un cuchillo
que el protocolo no consulta,
los anodinos que se espantan,
los que ni frío ni caliente,
los que no comen ni dejan comer,
los súbditos de todos los miedos,
los que retroceden cuando avanzan,
los gelatinas,
los que a plazos vendieron su esqueleto,
los que libraron una guerra a muerte
para condecorados ser por el que sea,
los pequeñitos hombres de los cócteles,
los honorables del anonimato,
los aguas de borraja,
los perfectamente equilibrados,
los tal vez, los quién sabe.
Y las putas ya entraron al Reino de los Cielos.


El joven torturado

Ahora veo que tu sangre salta
y el miedo sube ya las escaleras,
y abren la puerta a medianoche y entra
la mano que te lleva.

Ahora palpo el muro repetido
en cuatro muertes sobre tu cabeza,
las uñas que te arrancan
y las órdenes que alguien vocifera.

Ahora te desnudan en la noche.
te arrebatan la piel, la voz te llagan,
te dejan en montón sobre las piedras,
te dividen en mil, te deshombrecen,
y te matan la luz que en ti vivía,
y escupido en la sombra allí te dejan.


Aeropuerto

Nada hay tan desolado como un aeropuerto al amanecer.
Si alguien dormita,
si parece que alguien lee,
si se encienden las pupilas rojas que indican la salida
de algún avión: si Londres, si Ginebra,
si Río, si Santiago, si
te llaman por los altavoces,
si llegas acezando, si pronuncias
un nombre: si abrazas y te odias,
si te queman las palabras que has guardado,
si el dinero que circula
entre un señor y otro señor.
No hay nada
tan desolado como un aeropuerto al amanecer.

Porque todos saben que tienen que partir, y no lo saben:
deben viajar hacia otros cielos, llegar hasta otras tierras,
y a eso llaman partir.
Pero no saben, o quieren olvidarlo,
o simplemente les da náuseas,
que no hay sino partidas desde que llegamos a este
mundo,
y una sola gran partida
donde no hay mano que te ayude, ni instrumentos de
vuelo,
ni tripulación que vele el largo viaje.

Y de pronto se han ido los viajeros,
cruzan soñolientos los pilotos.
Y como ya te has despedido
y te quedas sin compañía en el inmenso edificio,
parece que alguien te llama
en la desolación que nace de todo aeropuerto cuando
comienza a amanecer.


Hay hombres que nunca partirán

Hay hombres que nunca partirán,
y se les ve en los ojos,
pues uno recuerda sus ojos muchos años después de que han
partido.
Pueden estar lejanos,
pueden aparecer a medianoche
(si están muertos)
y jugar a que viven.
Pero siempre, con la desolación de su ausencia,
uno comprende que no han vivido en vano,
y que su esperanza
es la única esperanza digna de ser vivida.
Y los hombres que nunca partirán
suelen no aparecer en los periódicos,
no se habla de ellos en las radios,
su imagen no gesticula en la televisión:
no son gente importante,
no circulan entre las altas esferas. Son aquellos
que aceptaron el sufrimiento
y lo hicieron suyo para la salvación de otros hombres
sin decir una sola palabra:
pero dejaron abiertos, bien abiertos sus ojos
para que nunca los olvidemos cuando ellos hayan partido.

1 Comments:

Blogger otro.correo_mas said...

Con permiso

HAY HOMBRES QUE NUNCA PARTIRÁN

http://www.youtube.com/watch?v=fMym4ZKKzfI

lunes, diciembre 23, 2013 3:22:00 p. m.  

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