lunes, junio 12, 2006

Tomás Harris





























("El sueño de la razón produce monstruos", F. de Goya)


Tomás Harris
(La Serena, 1956)

Profesor de Estado en Español y Magíster en Literaturas Hispánicas, por la Universidad de Concepción. Ha ejercido la docencia en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago y en la Universidad Nacional Andrés Bello. Actualmente es Investigador en el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile. Publicaciones: “Zonas de peligro” (1985). “Diario de navegación” (1986). “El último viaje”. Concepción: Ed. Sur, 1987. “Alguien que sueña, madame” (1988). “Cipango”. Stgo.: Ed. Documentas/ Cordillera, 1992. “Noche de brujas”. Stgo.: Edit. Mosquito, 1993. “Los siete náufragos” (1995). “Crónicas maravillosas”. Colombia: Ed. Casa de las Américas, 1996. “25 años de poesía chilena (1970-1995)” (co-autor con Teresa y Lila Calderón, 1996). Cuentos: “Historia personal del miedo (cuentos, 1994).
En antologías: “En el ojo del huracán”. Manuel Jofré. Stgo.: Ed.. Documentas, 1991.
Traducido, parcialmente, al inglés, sueco y francés.
Premios: “Municipal de Santiago” (1993). “Consejo Nacional del Libro y la Lectura” (1993).” Pablo Neruda” (1995). “Casa de las Américas” (1996).


Selección

Mar del dolorido sentir

Me cosieron la boca y los ojos
me inocularon coca cola por las venas
todo transcurre en una película mexicana
what is your name me preguntó alguien
desde alguna parte
ahora ya no puedo seguir hablando por todos
ustedes se esfumaron tras ese halo de luz
los demás desaparecieron en ceniza
se obliteraron en humo o lluvia de la ciudad
a mí me arrastraron por un pasillo angosto y húmedo
como vientre
rojo
(la intensidad del color filtraba la venda)
olía a pierna humana
como en el corredor de Lautréamont
¿sugar mister? me preguntan ocultos
por la radio tocaban un corrido
perros ladraban
la música se me emplasta en los oídos
por ahí puedo sentir bien
por acá no
el corrido comienza a arderme en los oídos
los hombres sacan pistolas
a mí me trataron como a todo prisionero de guerra
olvidando los tratados y la piedad
el pasillo se adensaba hasta el mismo color del
miedo
ahora el espacio y las sensaciones eran intensidad
pura
energía pura
mi cuerpo se confundía con el pasillo y mi
pensamiento con mi
cuerpo
un perro negro metía y sacaba la lengua
muy rosada
la sangre me chispeaba en las venas
(me habían inoculado coca cola)
el pasillo se hacía verde azul dorado tras la venda
todo iba siendo brillo y color y ardor
I HAVE THE POWER
pensé entonces
y desembocamos, como si fuera un coito,
desembocamos:
aparecí en la calle Pedro León Gallo; había baldíos,
por todas partes, fierros viejos, rieles, huellas,
niños en desnutrición:
a la izquierda de mi cuerpo, de mi dolorido sentir,
había un túnel, rojo,
gruta vulva socavón o cueva,
las nubes descendían al nivel de mi cara,
un perro negro metía y sacaba la lengua,
amanecía en Concepción.


Argel

Saavedra: que, a pesar mío, sin saber lo que era,
me vi el marchito rostro de agua lleno.
Ofrecióse a mis ojos la ribera.

Cervantes

El polvo de vientos barrió las calles,
ahí donde estaba tu cuerpo en la ciudad,
aunque tallada a lluvia en las fachadas
de los hoteles,
se llevó tus especias, tu pelo, tu bálsamo,
tus pechos que ya iban en pleno tránsito
del barro, del más no poder, la podredumbre,
la muerte, al fin;
fue injusto ya que tú no sabías nada del Universo,
la mierda, el rock, los sueños: te barrieron
no más al margen como papeles o preservativos o
colillas de cigarros, baba, cenizas, semen, todo
eso que el viento quiere, se nutre, se hincha;
ya las calles de la ciudad quedaron tan vacías,
tan sin ti, tan sin maravilla,
que me dije nos dijimos todos, ¿para esta ausencia
tantas millas ganas ardor dolor sueño?
Se había declarado el Estado de Sitio,
las calles vacías, los lumínicos brillaban para
la muerte; los cuerpos eran la danza de la
muerte por los bulevares atestados de objetos.
Ahora el mundo se poblaba
de animales
sustitutos de tu cuerpo.
Todo esto era en Argel, la ciudad más triste

del Universo; no puede haber ciudad feliz
repleta de prisioneros y putas: por todas partes
penaban las ánimas, y nosotros, cautivos del
deseo de seguir vivos por nuestros cuerpos,
nos perseguimos por los bulevares atestados de
objetos, máscaras, sombras chinas, fantasmagorías,
la guerra era a muerte, cuerpo a cuerpo,
inacabable como si todo transcurriera en un
juego de video:
el deseo nos estallaba contra los ojos,
como sol.

(De: “Diario de Navegación”)

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